30 julio 2009

No Title

He reemplazado las teclas de mi computadora por un lápiz casi por obligación y no me desagrada del todo. Digo que esta suerte de cura cibernética me ha dejado tiempo para pensarme y no distraerme con la sarta de wevadas que uno puede encontrar en el cyberespacio.

Escribir me sirve para desfogarme muchas veces. Otras, como medio de exploración interna y dado que mi cabeza (y vida) casi siempre se remiten a la búsquedad de la tranquilidad del alma. Sé que estoy errada, pero continúo creyendo que el origen de todos mis problemas es uno. Y no sé bien por qué me empecino siempre en tratar de echarle la culpa a un tercero. Supongo que es parte de la naturaleza humana: tratar de justificar nuestro comportamiento, excusarnos de una responsabilidad echándole la culpa "al perro".

En fin, los últimos meses no han sido fáciles. Con varias caídas y bajadas...cobijándome en el alcohol. Nada bueno para mí. Reconozco que soy una persona que se deja llevar (y creo que por eso a veces me veo en cada embrollo) y que, tal vez, puede caer en ciertos vicios, sin embargo -cuando estoy a punto de tocar fondo- aparece un rescatista casi enviado del cielo. Un par de cachetadas, llamadas de atención y litros de lágrimas me hacen dudar sobre la decisión que tomé al venir acá. Pero creo que merezco tatuarme EN LA FRENTE una frase. RETROCEDER NUNCA, RENDIRSE JAMÁS. Ya estoy aquí y merezco triunfar. Aunque más que merecer es el buscar el triunfo.

No es fácil. Van 6 meses llenos de diversas emociones y esa limitación de comunicación me volvía loca. Ya terminó el primer semestre y voy a casa tal vez por última vez dentro de mucho. No porque quiera, sino porque me he prometido (casi un juramento) en que de aquí en adelante no cometeré los mismos errores y estaré a disposición del mundo...mi mundo.

Alt.end